ESPEJO
Desde la antigüedad es un símbolo ligado a todo aquello concerniente a la especulación (Speculum = Espejo) y al conocimiento.
Su función reflectora ha hecho que, en determinados pueblos y culturas, se le asocie a la inteligencia y a su forma de concebir la verdad de los objetos y las cosas.
No obstante, la imagen que refleja el espejo no siempre es un fiel calco de la realidad, por lo que, en ocasiones, se impone el misterio y las diversas interpretaciones en torno a las diferentes figuras. Y, así, se habla del aura que rodea la faz de ciertos personajes carismáticos.
Otras veces, el mismo espejo crea sus propios personajes (según el observador) y en tal caso, el simbolismo de aquél adquiere una dimensión alejada de la inmanencia y su significado se asocia, por lo mismo, a lo expresado con los términos Profundidad, Conciencia y Sinceridad.
Por lo general, en casi todas las culturas, al espejo se le relaciona, de una u otra forma, con la vanidad.
Para los pueblos orientales, especialmente para los japoneses, el espejo es un instrumento simbólico por antonomasia y representa a la verdad y a la pureza.
En otras civilizaciones, tales como en los pueblos del valle del Indo, el simbolismo del espejo aparece recargado de virtudes mágicas y, por ende, se le considera un instrumento de adivinación e iluminación.
Por ejemplo, existen espejos mágicos, es decir, asociados a funciones adivinatorias, entre los pueblos africanos (los pigmeos atribuyen al cristal de roca, considerado por ellos como un espejo, ciertas cualidades adivinatorias) y, también entre los budistas, quienes creen que los espejos mágicos encierran en sí el verdadero significado de hechos pasados, por el que podrá conocerse lo que sucederá a medio, y en ocasiones, a largo plazo.
Además, en el Tíbet se recurre a la sabiduría del gran espejo mágico. El simbolismo del espejo en este caso, adquiere tintes de claro animismo, para intentar hallar el secreto de los budistas, no es otro que la nada y el vacío.
Esta función transcendente del espejo se extiende también a otras culturas y civilizaciones alejadas, acaso solo en la forma, de lo oriental; y, en tal caso, su simbolismo se asocia con el cielo y la tierra (desde una perspectiva teísta) y, para el cristianismo, será un reflejo de su dios.
Para los hindúes, el espejo aparece asociado con la luz y la claridad que emana de su deidad Shiva, pues, al igual que este ser transcendente, el espejo no deja penetrar la luz, pero sí refleja sus rayos.
Todo lo cual lleva a afirmar a los seguidores del significado emblemático del espejo que éste devuelve una realidad invertida y trastocada, por lo que, en algunas ocasiones, nos remiten al misterio de la Tabla Esmeralda, en la que Hermes Trimegisto, el gran maestro de la alquimia, expone la identidad entre lo oculto y lo visible, lo aparente y lo real…
En occidente, el espejo forma parte de leyendas, fábulas y cuentos populares de claro simbolismo prodigioso. Así, en el cuento de Blanca Nieves y los siete enanitos, adquiere gran protagonismo un espejo mágico que resuelve ciertas dudas estéticas a la madrastra.
Narraciones del gran cuentista Andersen, de calidad literaria, hablan de un genio malo que sirviéndose de cierta sabiduría esotérica y ancestral, logró fabricar un espejo mágico que tenía como principal cometido la transformación de todas las cosas bellas, que en él se reflejaran, en horribles y horrorosas. Ocurrió que cierto día el espejo se rompió en miles de pedazos y sus trozos se dispersaron por el mundo de los seres humanos; de este modo, el mal y el daño comenzarían a ganar terreno a la bondad y a la probidad, aunque, como es sabido, el cuento terminará con el destronamiento de la maldad por parte de la honestidad.
Todo lo anterior nos confirma en la idea de la existencia simbólica de connotaciones morales o éticas en el espejo; aparte de que, en el cuento aludido, existen claras reminiscencias de cierta influencia del célebre mito de la Caja de Pandora.
Pandora, según cuentan las fábulas clásicas, fue la primera y más hermosa mujer de la tierra. Los dioses la colmaron de atributos, tales como la sabiduría, el talento musical, la elocuencia y, sobre todo, la belleza. El poderoso dios Júpiter le donó un presente (para que Pandora, a su vez, se lo entregara a su futuro esposo como regalo de boda.
Mas Prometeo que a la sazón, había sido elegido para casarse con Pandora, renunció a ésta y rechazó su dádiva, por lo que un hermano de aquél (obnubilado por los encantos de Pandora) aceptó casarse con ella y al abrir la misteriosa caja, salieron de ella todos los males que desde entonces afligen a la humanidad, tales como desavenencias, guerras, enfermedades, hambre…; cuando el hermano de Prometeo se dispuso a cerrar la caja solo quedaba dentro la esperanza. De aquí el dicho popular “La esperanza es lo último que se pierde”.
Para los pueblos árabes el espejo es un símbolo de sí mismo, por lo que tendría un significado emblemático próximo a lo numinoso (que está relacionado con la manifestación de poderes divinos).
En la Edad Media se asociaba al espejo con la vanidad, con la sensualidad y con la estulticia (necedad, ignorancia, tontería) de las gentes y, por otro lado, muchos artistas del Renacimiento lo introducían en sus obras para dar a entender la presunción y el envanecimiento de sus figuras.
Entre los chinos, aparece el espejo para simbolizar la vida retirada de sus sabios y de sus mayores, por lo que es un signo emblemático relacionado con la calma y la paz.
Por otra parte, existen ciertas leyendas y fábulas relacionadas con el significado del espejo, que laten en las sociedades clásicas. A este respecto, en Grecia y en la India se mantenía la prohibición de mirarse en el espejo formado en las aguas cristalinas, pues era un mal presagio que la imagen de los ciudadanos quedara aprisionada en el fondo de las fuentes y los lagos. En tal sentido, existe como paradigma la leyenda del efeso Narciso, de caza, se vio reflejado en una fuente, enamorándose de su persona de tal manera que se consumió de tristeza. Al morir fue convertido en la flor que lleva su nombre.
Los antiguos egipcios asociaban el espejo con el dios del Sol, el dios Aten.
También los japoneses cuentan que la diosa del sol Amaterasu Omikami fue convencida para salir de su cueva usando un espejo sagrado, que posteriormente dio (junto con una espda y unas joyas) a su nieto cuando le envió a pacificar las islas de Jaapón. Se supone que estos objetos se entregaron al primer emperador, y se han convertido en los tres atributos reales de Japón, encarnando la autoridad imperial y la legitimidad de la sucesión.
El espejo llamado Yata (yata no kagami) se guarda en el santuario principal de Amaterasu en Ise, donde la simbolizaba a ella y por tanto al sol. Según se dice, se hizo una réplica en el siglo IX para que el emperador la llevara consigo.
Como símbolo, los espejos tienen un significado muy amplio y complejo. A veces se dice que reflejan la verdad (en la mitología clásica, por ejemplo, la Gorgona principal, Medusa, quedó petrificada cuando vio su malvado rostro reflejado en el escudo de Perseo).
Pero en el simbolismo cristiano el speculum sine macula (espejo sin mancha) se asocia con la Virgen María, que refleja la naturaleza intachable de dios.
El dios Tezcatlipoca (espejo humeante) de los aztecas de América central está relacionado con los espejos de obsidiana negra pulida, usados por sus adivinos cuando buscaban visiones.
Los budistas chinos y japoneses creían que los espejos se usaban en la corte de Yan-Luo y Emma-o respectivamente para revelar las transgresiones de los muertos, mientras que los sacerdotes budistas los usaban para mostrar a la gente la forma que tomarían en su siguiente vida.
Los seguidores del Shinto usaban espejos como anfitriones para los espíritus de los dioses.
En occidente, los espejos se usaban para atrapar almas, y por tanto podían también sacar las almas de los débiles fuera de los cuerpos.
Las representaciones occidentales de la Muerte y la Doncella, muestran una figura esquelética a punto de abrazar a una joven bella, que no ve su destino porque se está contemplando a sí misma en un espejo.
Los chinos tienen un espejo redondo entre los ocho Tesoros. Se usaban espejos pequeños, a menudo de latón, para asustar a los malos espíritus que, al ver su propio reflejo, se espantaban de sí mismos y huían. Los espejos podían curar a los que se habían vuelto locos por ver a un espíritu.
Obsequiados en el festival de la luna chino, los espejos simbolizan brillantez e inteligencia. La gente los usaba para proyectar rayos de luz en la novia, para darle buena suerte, mientras que un hombre que soñaba con encontrar un espejo podía esperar encontrar en breve una buena esposa.
De forma similar, el estado de un espejo podía reflejar el estado de un matrimonio: una rotura simbolizaba un matrimonio infeliz, o la separación de la pareja.
En occidente, un espejo roto trae siete años de mala suerte al que lo rompe.
Se relaciona también con la Luna, por su condición reflejante y pasiva, pues reciben las imágenes como la Luna la luz solar. Los mejores espejos son los que se realizan con plata, metal consagrado a la Luna y del que los antiguos creían que era producido por los propios rayos de ésta. En el templo de Coricancha (Cuzco) había un santuario consagrado a la Luna, recubierto totalmente de plata. Así, el espejo y la plata aparecen relacionados con todas las diosas lunares, ya que forman parte de sus atributos y emblemas.
Los espejos también son símbolos mágicos de la memoria inconsciente (como los palacios de cristal). El cristal, como parte integrante de los espejos, se une a su simbolismo de autoluminosidad, de visión interior perfecta y de pureza. En la Alquimia el cristal simboliza la perfección espiritual. Pero es la transparencia la que hace que el cristal exista y no se vea, a la vez que deja ver a su través, convirtiéndose en un intermediario entre el mundo visible y el invisible, y por tanto en una base simbólica de la sabiduría, la adivinación y todas las facultades y poderes misteriosos del hombre.
Una de las diosas que se sirven de su espejo mágico es la egipcia Isis. Recordemos que en el mito Osiris es el hermano-esposo de Isis, el cual será despedazado por Seth y sus fragmentos esparcidos por el mundo. Gracias a sus artes mágicas y con la ayuda de su espejo, Isis localizará los pedazos de Osiris para poder recomponerlo y devolverle la vida. Este espejo se encuentra en la barca de Isis o barca lunar (la Luna), y en él quedó impreso el llamado Ojo de Horus, que es signo de videncia, espiritualidad y poderes ocultos, equivalente al Ojo de Dangma hindú. El Ojo de Horus es el Oudjat, el ojo de la visión justa, y se relaciona con el llamado Tercer Ojo, el cual despierta la clarividencia en el hombre.
Los espejos negros -confeccionados con obsidiana- quizás sean uno de los elementos más relacionados con la Magia. Según H.P. Blavatsky, estos espejos se fabrican en la provincia india de Agra, en el Tibet, en la China y también en Egipto, de donde parece ser que los introdujeron en México hace muchos miles de años los antecesores de los actuales mayas. Según la tradición, cuando desembarcaron los españoles, el Rey de los quichés ordenó a sus sacerdotes que consultaran el espejo para saber el destino del país.
Si cada objeto se puede convertir en un espejo mágico es porque el Alma universal misma es el verdadero espejo en el que la vida cósmica entera viene a reflejarse. Y puesto que todas las almas humanas no son sino parcelas de este Alma universal, cada una de ellas es en sí misma un espejo. De lo que se deduce que hay dos tipos de clarividentes o adivinos: aquellos que encuentran el espejo mágico en sí mismos -es su alma aquella en la que vienen a reflejarse todos los acontecimientos del universo-, y aquellos que tienen la necesidad de un espejo mágico material, y por tanto exterior a ellos.